Efemérides patria

Todos los honores son pocos; todas las loas, insuficientes; las más bellas y gloriosas palabras, no alcanzan a expresar la verdadera esencia de su increíble gesta, y del incalculable caudal que representan los bienes materiales, espirituales y morales que nos dejó nuestro máximo prócer. Un hombre preocupado por la redención de los humildes, la educación de los ignorantes y la libertad del país todo.

No podemos aquilatar su habilidad para imponerse a tantos y tan poderosos tiranos; enemigos externos y traidores internos. Pero su hombría de bien siempre se impuso a la maldad, a la bajeza, a la mediocridad... a la vulgaridad, en suma, de los seres de baja estofa que, escondidos como alimañas entre los seguidores tan nobles como tan ilustre líder, trataron sin lograrlo de opacar su férrea bravura, su valentía infinita y su bondad sin límites.

Su acción no se limitó a comandar la realización de sus elevados ideales desde el pináculo que su inmarcesible gloria mereciera. Cabalgó lado a lado junto a su gente, conociéndola, haciéndose querer por ella, e interiorizándose de sus problemas. Los documentos que registran su historia dan amplia muestra de su preocupación por la mejora de la región y del continente, pero sobre todo, de sus habitantes. Hoy en día sus ideas siguen indicando el camino por el que seguir hacia un futuro de abundancia y bienestar; siempre vigentes, indican valores que no morirán nunca.

Ahora es el momento, queridos compatriotas: ahora es el momento de preguntarnos qué hemos hecho para honrar las enseñanzas de tan señero ejemplo. Y nos contestamos: muchas cosas. Por ejemplo, hemos privilegiado a los privilegiados y dado unas pocas dádivas a los más infelices. En parte, porque dichos privilegiados nos ayudan a costear nuestras campañas electorales, y como cualquiera sabe, casi nadie en esta época da dinero sin esperar y/o lograr algo a cambio. Con las dádivas a los infelices compramos sus votos, ya que como tienen poco, cualquier mejora los contenta. Con este propósito, hemos procurado que más y más gente sea cada vez más ignorante, porque de este modo, si no son libres, por lo menos no se dan cuenta de que tienen derechos. Y les prometemos que mejorará su situación si nos siguen votando, cosa que siguen haciendo, increíblemente.

Hemos fomentado la mediocridad, la uniformidad, la grisura. Que nadie se distinga sino por sus propias riquezas e influencias, y no por sus propios méritos. Para ello, y no sin esfuerzo, fomentamos el nepotismo, el amiguismo, el favoritismo y todos los ismos que concurran a la consecución de tan ansiado propósito. Hoy podemos decir con orgullo, que la única Constitución que respetamos, es la que se custodia en el Museo Nacional, en una urna de cristal blindado. Los valores que consagra van siendo olvidados rápidamente, gracias a que todos los demás ejemplares, han sido violados, defenestrados y destruidos. La Constitución es una sola, ciudadanos. Literalmente.

Y en este momento, queridos compatriotas, en que algunos de ustedes seguramente se pregunte, por qué fomentar esas malas raíces que envilecen nuestra sociedad, corrompen a nuestros jóvenes y multiplican los delincuentes que despojan a nuestros jubilados y pensionistas de sus magros ingresos, entre otras acciones merecedoras de nuestra justa repulsa; en este momento, en que muchos se preguntarán por qué no seguir sencillamente los pasos de nuestro prócer, y encaminarnos juntos al país de bienestar y holgura que soñó con grandeza, persiguió con tesón y defendió con valentía. En resumen, por qué no seguir lisa y llanamente sus preclaras lecciones.

En verdad, queridos compatriotas, una sola idea nos guía: si siguiéramos sus palabras, podríamos mejorar lo que tenemos, lograr lo que soñó, hacer realidad su utopía. Podríamos llegar a ser el país ejemplar, ya no de la región, sino del mundo. ¿Y por qué no lo hacemos? Por una simple razón: tememos superarlo y una vez hecho esto, ya no tendríamos prócer a quién reverenciar, héroe al que idolatrar
ni padre de la patria a quien homenajear. Por esto y no por otra cosa -como dicen las calumnias propaladas por mediocres individuos-, seguimos actuando como lo hacemos, con la convicción de estar en lo correcto y con la seguridad de inmortalizar sus ideas y conservar sus gestas para la posteridad, custodiándolas con el seguro escudo de nuestra creciente ineficiencia.

Muchas gracias.

 

Hija e'tigre

Por María Inés Peyrallo