Tut-ahmes-nefer-hotep-wa-en-Ra, el faraón de todo Egipto, rey de las dos tierras, etc. etc. (por sobrenombre Pocho), habla en voz alta caminando en círculos por el dormitorio real, mientras su esposa se mira distraídamente en el espejo de su tocador.
-¡Qué desgracia, bo, tenemos que traspasar el mandato dentro de dos días y como no tenemos hijos, el poder tiene que pasar al pariente más próximo, que justo es el nabo este del ex encargado de los archivos médicos, porque tiene el tarro de ser primo mío en trigésimo segundo grado!
-Ay, Pocho, vos siempre quejándote. ¿Por qué estás tan amargado? Te ofrecieron un puesto en el Consejo de Notables y a mí me pidieron que me presente a gobernadora de la capital. ¿Qué tul? Con el gobierno que hiciste vos, estamos hechos. Vamos a seguir interviniendo en el gobierno, y cuando no tengamos ganas, nos vamos para la chacra y descansamos.
-Vos siempre en las nubes, ¿no viste que no pude hacer nada por la educación del pueblo? Me la ganó nada menos que el gremio docente, esos que se dicen escribas. La escuela del Medio Egipto me la vetaron y eso que soy el faraón. El asirio de porra ese me ganó lo de la escritura… Espero que por lo menos sigan con el programa ese de “Una pirámide para mi reino”.
-Sumerio, era.
-Sí, me sumerió en la vergüenza querrás decir, el barbeta ese, mal rayo lo parta.
-Pocho, no atraigás la ira de los dioses al cuete que sabés muy bien que no se inventó el pararrayos.
-Bueno, bueno, querida, me voy al despacho del primer ministro, así me despido de él y esas cosas, ¿ta? Nos vemo’ al mediodía.
- Suerte, querido.
El faraón Pocho se traslada pensativo por los corredores de palacio… a lo mejor va a extrañar el lugar. O a lo mejor no, porque eso de estar tantos años arreglándole los problemas a cuanto pedazo de bobo le acercara Kanefer, no era moco e’ pavo. Al gurí ese seguro que no lo iba a extrañar. Pero en atención a los servicios prestados, había tratado de conseguirle un carguito en la nueva administración, con el más rotundo de los fracasos. También, al pobre pinta no lo quería ni la madre. Siempre le quedaba llevarlo de secretario, pero ya lo tenía un poco cansado con esa forma de hablar tan rápida: a lo mejor en el futuro se descubría un uso para tan extraña habilidad. Y bue, si no se va a la quinta a carpir las petunias o que se rebusque como escriba, qué embromar.
Cuando llega por fin al despacho del visir encuentra un verdadero ajetreo, funcionarios que se iban, otros que venían, movimiento de papiros, tablillas, etc., y en el centro del previsible caos, el visir Set-en-hotep, agarrándose la cabeza con las manos.
-Güen día, don Set, ¿cómo le va? Venía a despedirme, pero veo que tá ocupao, vuelvo más tarde, si le parece. O mejor lo invito a almorzar, picamo’ unos choricitos así se me desestresa, ¿eh?
-¡¡Su Majestad!! Pero por favor, disculpe mi ensimismamiento, siéntese, ¿quiere tomar algo? Me viene espléndido que se haya decidido a pasar por mi humilde despacho, así le agradezco los favores percibidos de su magnánima grandeza durante su inolvidable reinado.
-Bó, Set, creo que no me relajaste, pero o me hablás un poco más en campesino o no te voy a entender un rábano. A ver, explicame que es lo que te tiene tan nervioso y no me vengás con el cuento de que es porque nos mudamos y qué se yo, ¿tamo?
- Tiene razón, Majestad. A usted no se le escapa nada.
- Largá el entripáu de una vez que me estás poniendo nervioso a mí también.
- Es el operativo del cambio de mando. Por orden de su señor primo, se han movilizado policía del desierto, ejército estable y de reserva y sobre todo –muy preocupante a mi modo de ver-, se ha llamado parte del contigente que protege las fronteras.
-¿¿Qué queeeé?? ¿En serio necesitamos tanta gente para que le dé los bastones esos para posar de estatua y le diga suerte en pila?
- Bueno, hay que proteger a las delegaciones extranjeras, los mandatarios, los reyes…
- No me digás que viene el sumerio, nunca me acuerdo el nombre…
- No, ese no viene. Tiene otro compromiso previo.
-(Menos mal, lo llego a ver y no respondo de mí)
-¿Decía, su Majestad?
-Nada, nada, tosí, nomás. Pero volviendo al tema, con el ejército estable tenemos de sobra, ¿para qué juntar soldados con lo que se gasta en los traslados? Sí, ya sé que al que te dije nunca le importaron las fronteras. ¿Te acordás cuando nos pusieron un piquete en el Mar Rojo porque los árabes decían que lo contaminábamos con los desechos de las fábricas de papiros del delta? El nene pescando en el bajo Egipto y nosotros con el turismo parao. Y en cuanto a la policía, ¿me querés decir quién va a cuidar el desierto, lleno de beduinos y malvivientes como está, mientras este saluda y da esos discursos interminables como para cubrir de relieves tres templos enteritos? No seas malo, papá.
El abatimiento el visir era evidente. No se animaba a contradecir a Su Majestad, pero tenía bien claro que pronto habría otro visir en funciones. Al faraón Pocho le dio lástima el dilema del pobre hombre.
-Bueno, bueno, no se me angustie, don Seth. Lo espero para el mediodía para el asadito, así se me reconforta un poco, ¿ta? Total, yo ya sé que el que le dije es un poquito paranoico; si quiere tanta vigilancia que apechugue entonces con los problemas de frontera y los beduinos, y la mar en carro. Eso sí, me gustaría que esta vuelta explicara un poco qué quiso decir hace unos años con eso del “festejen”.