La publicidad, ja,ja,ja.


“Antes nunca estuve, así tan endeudado…” Desde luego lo tuyo, Palito, fue más inocente y optimista, con eso del amor y la felicidad. Qué lejos están esos tiempos más sanos. Ya no hay mes del año que la publicidad nos deje en paz, y en algunos años, como este 2014, nos tortura con particular saña. Cada mes una efemérides distinta que hay que celebrar comprando, claro está; y si no, preste atención al calendario:
ENERO Y FEBRERO: día de reyes, vacaciones de verano, San Valentín (día de los enamorados): juguetes, bicicletas, viajes, mallas, alquileres, clubes, flores, chocolates, lencería, artículos diversos. Posible conflicto en el ramo de la bebida y/o helados. No descarte cortes de puentes con el vecino país.
MARZO Y ABRIL: comienzo de clases y semana santa, de turismo, de la cerveza, de las criollas. Artículos escolares, uniformes, mochilas, textos de estudio, artículos de camping, huevos de pascua, más viajes. Posible conflicto en la educación (pública) y protestas contra la crueldad en las domas, en defensa de los animales de abajo; los de arriba concursan por diversos premios, entre los cuales suele figurar una concusión cerebral o fractura de diversos huesos.
MAYO, JUNIO, JULIO: día de la madre, del abuelo, del padre y nuevas vacaciones. Variados artículos para parientes varios, a los que parece que únicamente se recuerda el día comercial de turno. El día nacional del asado y afines(o de los trabajadores). Cine, teatro, actualidad. O gripe, resfríos y llagas, además de la alegría inmensa de tener la compañía de los retoños dos semanas enteras…¿¿no es genial?? Conflictos varios.
AGOSTO: día del niño. Al que me diga quien lo inventó, a lo mejor le pago el entierro. Día de la nostalgia: yo sé quién sos, el que inventaste esta porquería. Debería darte vergüenza, si no fuera que con esa excusa deplorable los sujetos despreciables como vos ventilan a la patrona, aunque sea una vez al año, mientras aprovechan para hacerse los boludos con gurisas que podrían ser las hijas (mientras la patrona no mira, claro).
SETIEMBRE: día del maestro y más vacaciones. ¿Por qué hay que hacerle todos los años un regalo a alguien por hacer su trabajo? Por temor, obviamente.
OCTUBRE: víspera de todos los santos (jalogüin). Disfraces, caramelos, huevos, papel higiénico y consultas con dentista para agendar en noviembre.
NOVIEMBRE Y DICIEMBRE: se conmemoran los difuntos, pero como no piden nada, tampoco el comercio aprovecha la coyuntura en demasía, pero se hace su buena zafrita multiplicando sin pudor el precio de las flores. En cambio, se aprovecha como es debido, para hacer propaganda de las fiestas tradicionales, navidad y fin de año. Adornos navideños, regalos y comida típica de la época de verano, en cantidades indecentes, bien regada, claro, y no precisamente con agua.
Usted dirá, señora, señor: ¿de qué se queja? Si le molesta la publicidad no escuche radio, no vea televisión, no lea el diario, no transite por la calle, no vaya al supermercado, no viaje… en suma, no salga de su casa. Vamos a ver: la publicidad no es que moleste por la calidad, molesta por la cantidad. Si quieren venderle papel higiénico, es obvio que todas las empresas que lo fabrican van a enfatizar su suavidad, su rendimiento, su conveniente precio al público. Todo, menos decir realmente para qué sirve, ya se sabe. Pero, ¿es realmente necesario que cada cual haga su aviso? Sería maravilloso que se hiciera un solo comercial con el nene, el perrito jugando con el rollo, la mamá con una sonrisa imposible en su rostro viéndolos jugar, y culminar esta pequeña muestra de ciencia ficción con una lista de marcas entre las que puede elegir el consumidor. Total, vender van a vender igual, dada la función del producto, y lo mismo la comida, el servicio fúnebre y las toallitas femeninas. Igualmente, uno sólo puede probar la calidad comprando el producto en cuestión. Menos el servicio fúnebre, obviamente. Ese servicio, llegado el caso, lo disfrutarán los herederos.
Año de mundial o de olimpiada, en este caso de mundial. ¿Es tan imprescindible el despliegue de “tenemos la mejor cobertura”, “todos los partidos”, “notas especiales”, etc., etc., como para dejar en estado catatónico a la población televidente/radioescucha? Para empezar, al que no le guste el fútbol o los deportes, está sufriendo doble. Y al que le gustan, los va a ver, de cualquier manera. Y se va a dar cuenta con el primer partido. Si el relator dice pavadas o el comentarista no le convence, se va a pasar a otro canal con la misma facilidad con que cambió el mes pasado de marca de cubito de sopa porque el que compró –supuestamente por ser el mejor-, resultó ser un concentrado de grasa. Y luego de sufrir el desprecio de su intolerante familia (perro incluido) hacia la sopa cariñosamente elaborada, no sólo no volverá a comprar esa sopa, sino que evitará cualquier producto de la marca, que pasará a integrar su lista negra.
Este año, también nos torturan con las elecciones: dice el gobierno “vamos bien”, el partido A “somos mejores”, el partido B “nosotros somos mejores que los demás”, y el partido C, de haberlo “todos los demás mienten, vótennos a nosotros”. Todos impecablemente peinados, embanderados en los colores de sus divisas, corriendo o caminando (según su edad), hacia el futuro maravilloso que todos tendremos bajo su égida paternal llena de buenas ideas. A su vez, para no ser menos, los medios de comunicación prometen “la encuesta más rápida”, “la cobertura más amplia”, “entrevistas a los candidatos”, y demás lindezas. Ni que las encuestas fueran carreras. Ni que fuera algo nunca visto ver a los miembros de las mesas de votación en un lugar inhóspito contestando siempre las mismas preguntas: “¿cómo va la votación?”, “¿cómo se hace el escrutinio?”, “quédese en sintonía que le vamos a mostrar la apertura del primer sobre”. La única emoción que puede tener ese emotivo acto es que justo el votante haya votado una feta de salame. Las preguntas podrían ser más variadas: “¿Le gusta trabajar de delegado de mesa?” “Y sí, fíjese que el partido me paga unos buenos mangos por venir a vigilar acá”. O algo más vanguardista: “La presidenta de mesa luce un suéter de cashmir en tono beige, con pollera de tweed y botas de caña larga, conjunto que completa con un coqueto poncho de lana natural, muy útil considerando que la mesa que preside está en el pasillo del colegio y liceo St. Damien School, justo en la zona que da más corrientes de aire, extremo que pudimos comprobar personalmente”.
La originalidad está perdiendo pie… ¿o será que nos estamos poniendo viejos y nos gusta quejarnos de todo? Una coca cola, por favor.

            

Hija e'tigre