Una segunda niñez

Señora, señor: usted seguramente recuerda con nostalgia su niñez. El pasado ejerce sobre nosotros un poder misterioso; parece que la pátina del tiempo tiñe todo de un tono, si no maravilloso, por lo menos sepia. Un tiempo más agradable que el presente donde las cuentas se acumulan, el jefe le hace la vida miserable y usted espera cada vez con más ganas la época en que finalmente se jubile. ¡Alégrese! Esta será la época de su segunda niñez. Fíjese, si no:

1.- LOS DIENTES: Cuando era niño, a usted se le caían los dientes. Ahora también se le caerán, pero con la diferencia de que en su infancia el ratón Pérez le dejaba un dinerito, y ahora usted deberá gastar en prótesis que los reemplacen, porque lamentablemente, los dientes naturales sólo tienen garantía por un repuesto. Los demás hay que pagarlos, a precio de marfil, de oro, o de lo que más cotice cuando empiece a frecuentar al odontólogo que elija, persona a la que amará y odiará a partes iguales. Probablemente lo obligará a usar aparatos fácilmente confundibles con instrumentos de tortura china.
Considérese afortunado: la prótesis cumplirá ambos fines con total idoneidad, pero no le importará porque, gracias a ellas y a un buen adhesivo, podrá seguir disfrutando de ese asado de tira que tanto le gusta. Es verdad que ahora los médicos suelen estar en contra de la grasa y de la sal; sólo es una moda nueva y ahora a los niños tampoco los dejan comer grasas ni sal. Punto para usted.
Unas palabras sobre los dentistas: he ahí una vocación que merece el respeto de todos nosotros. Enseñar, curar, hasta manejar los papeles y asuntos de las personas son actividades loables. Pero meterse en la boca de las personas, lidiar con sus dientes rotos, podridos, sucios, torcidos, ausentes y demás, no cualquiera, no señor. Menos mal que hay quien ejerce tan abnegada tarea. Sin duda son dignos tanto de su profundo agradecimiento como de los suculentos honorarios que le facturen. No sea rencoroso: piense que los materiales son caros, los impuestos altos, y esa secretaria de mínima falda y 19 años de edad que atiende la recepción del consultorio no se pagan solos, ¿verdad? Si no desea incursionar por tan fascinante experiencia, siempre quedan las papillas y los alimentos blandos. De hambre no se va a morir.

2.- LOS OJOS: En su niñez, es posible que necesitara anteojos. Si no, formaría parte del grupo que atormentaría a los que sí necesitaran llamándolos "cuatro ojos" y cosas aún peores. Ahora, no sólo es posible que necesite lentes, sino que seguramente deberá enfrentarse a la presbicia, por decir lo menos. El consuelo que le queda es que ahora la mayoría de las personas de su edad está como usted, y no parece muy inteligente burlarse de los que conserven la vista llamándolos "dos ojos", ¿verdad? Después de todo, somos gente grande.

3.- AGILIDAD MENTAL: Antes, usted se acordaba de todo lo que le interesaba. Lo cual equivale a decir que el resto del mundo, en especial recomendaciones de sus padres, profesores y otras figuras de autoridad le resbalaba más o menos alegremente. En su lugar, podía recordar con precisión fotográfica los datos del próximo baile: dónde, cuándo, cómo, por qué, quiénes, y, según la edad, consecuencias etílicas u otras a las que hubiera que poner nombre y apellido. Recordará al detalle tan dichosa época, repitiéndola con precisión envidiable para solaz de sus hijos y nietos. No tendrá la misma precisión su disco duro a la hora de recordar datos relevantes de la actualidad. A lo mejor se siente un poco inútil, pero no le dé mayor importancia. Sin duda, hay cosas mucho peores. Y tiene el beneficio adicional de que usted se pondrá porfiado y difícil de tratar, a juicio de sus actuales "padres" (sus hijos); con lo cual, podrá vengarse en parte de lo que le hayan hecho pasar. Atención: no abuse de esta nueva característica suya, puede influir poderosamente en la elección de la casa de reposo que elijan para su mejor atención, sobre todo si sus propios ingresos no alcanzan a cubrir esta circunstancia. Un consejo: elija el geriátrico de su preferencia mientras pueda, no se arrepentirá.

4.- LOS HUESOS: ¿Se acuerda de los dolores de crecimiento? ¿No? No importa, ahora tendrá a su disposición un arsenal de molestias similares que le hagan parecer esos dolorcitos (si es que los sintió), como una caricia. Prepárese: la artrosis, la artritis y la osteoporosis le refrescarán la memoria insistente, dolorosa y hasta diariamente. No se preocupe: las prótesis están muy adelantadas, igual que los analgésicos. En cuanto a las bacterias hospitalarias, por si tiene que operarse, no les de más importancia de lo estrictamente necesario. Total, si es mujer seguramente ya metieron mano en su decadente anatomía, aprovechándose de su autoestima menoscabada sin prisa pero sin pausa por la publicidad mediática, y (por que no) una madre inescrupulosa que la obligó a estudiar ballet, gimnasia olímpica y flamenco solamente porque ella nunca pudo estudiar esas disciplinas. No se preocupe, relájese y disfrute de su nueva prótesis de cadera o rodilla, sin culpa. Sin duda cuarenta años de trabajo para conseguir una buena jubilación justifican ese pequeño dispendio en su persona. Y si es hombre, eso no importará, porque, como pasó durante casi toda su vida, estará pendiente de sus partes nobles. Por lo menos, de la que falle antes.

5.- MEMORIA Y TODO LO DEMÁS: Por último, pero no menos importante, verá que esta etapa está llena de aventuras con nombres exóticos: Alzheimer, Parkinson, y otras personas que no conoce y que tampoco tendrá el gusto de conocer. Cada día será una aventura, gente nueva y maravillosa que dice ser su familia, sus médicos, sus cuidadores, aparecerán en su vida. No se moleste con ellos, no saben que usted es un agente encubierto del FBI: lléveles la corriente, ellos serán más felices y usted cumplirá a total satisfacción de Edgar Hoover la misión encomendada. Será un héroe, y a los héroes se les perdona hasta la incontinencia.

A todo esto, no me acuerdo por qué fue que se me ocurrió escribir sobre este tema. Debe ser el tiempo... el tiempo que hace que he nacido.