Intereses legítimos

La noticia más difundida en estos últimos días es la organización del próximo torneo mundial del deporte más popular del mundo que, como es sabido, se celebra cada cuatro años. Tan, pero tan popular es este deporta, que cada vez más países quieren participar en las eliminatorias para tan codiciada palestra, de modo que el cronograma de los partidos suele cubrir casi en su totalidad el lapso intermedio entre el desarrollo de los sucesivos torneos. No todos concursan en igualdad de condiciones, como es lógico. En algunos países esta noble tradición deportiva lleva siglos, mientras que en otras apenas se desarrolla hace un par de años, no por ello con menos entusiasmo. Unos tienen más población de la que seleccionar s sus campeones, mientras que otros cuentan con pocas opciones. Y después están los intereses económicos: los derechos de transmisión televisiva, que tienen como único objetivo el acercar a la afición mundial la emoción de los encuentros, por una módica suma, destinada a cubrir los emolumentos de camarógrafos, relatores, comentaristas, directores técnicos, jugadores, etc.).

También está la legítima aspiración de los fabricantes de distintos productos en aprovechar los beneficios de tan amplio abanico de potenciales consumidores. De esto se recauda un poco más, porque como es lógico, son tantos los oferentes, que la Federación que organiza el mundial no tiene más remedio que recurrir al alto precio de la necesidad, y seleccionar, sintiéndolo mucho, a aquellas marcas que puedan pagar un precio un poco más alto por la propaganda. La federación obtiene más recursos, las marcas venden más y los consumidores se endeudan entusiasmados para adquirir productos cuya existencia desconocían, y que además, no necesitan. Bien decía ... que las masas piensan distinto que los individuos que las integran (si es que piensan, claro, que no está demostrado aún).

Pero no todo es armonía y compañerismo, a pesar de los intereses monetarios, que -todos sabemos- no propenden precisamente a la difusión y/o fortalecimiento de estos nobles valores. La Federación está tranquila, a pesar de la cada vez más numerosa cantidad de selecciones nacionales que sueñan competir en el torneo, por lo menos, hasta cierto punto. Entre ellas está la de un país tercermundista, con poca importancia en el concierto mundial (políticamente hablando), que tiene la irritante costumbre de producir sin cesar jugadores de altísima calidad y que muchas veces poseen la habilidad de jugar en varias posiciones con una gran cuando no excelente solvencia. País al cual hay que agradecerle, mal que le pese a la Federación, y aunque sea en parte, la existencia del torneo. Y todo porque la selección de este país tuvo el pésimo gusto de ganar dos Olimpíadas seguidas, cuando el deporte en cuestión no tenía ninguna importancia y se incluyó para hacer un poco de bulto. Lo que siguió fue una sucesión de hechos que conformaron una simpática y por momentos heroica historia, dada la importancia que para el pueblo en cuestión tenía y tiene el popular deporte.

Pero el problema del Presidente de la federación es otro. En el anterior certamen, el pintoresco equipo quedó peligrosamente cerca de la Copa; riesgo que había que evitar a toda costa esta vez.
- Señorita, me llama por favor al organizador del sorteo de los grupos.
- De inmediato, señor.
Minutos después aparece el convocado. El Presidente comenta, como al pasar:
- Me imagino que tiene una idea de lo que tiene que hacer con respecto al "problemita", ¿verdad?
- Sí, señor. Imposible que supere el grupo que le va a tocar.
- Imposible es una palabra tan relativa... ¿No se descubrirá, digamos, el enjuague?
- No, señor. No hay delegado, ni representante, ni veedor que pueda desentrañar la maniobra. Además, siempre todos desconfían del grupo que les toca, por eso es relativamente sencillo disimular, las desprolijidades, por decirlo así.
- Me tranquiliza mucho. Recuerde que si el resultado es el esperado, habrá un jugoso bono para los colaboradores directos.
- No deja de ser un incentivo.
Dicho esto, el hombre se retira y el Presidente sueña que el resultado que desea se realiza sin contratiempos.

Para abreviar, baste decir que el aguerrido equipo pasó a octavos de final, sacando de en medio dos grandes potencias mundialistas. Durante el partido contra una de ellas, su delantero estrella pareció tropezar en el campo e impactar con su promitente dentadura contra el hombro de un jugador, quien, en un acto reflejo comprensible, le asestó un codazo en un ojo. Esto le dio la oportunidad a la Federación para intervenir y actuar de oficio en nombre de la sacrosanta filosofía del "juego limpio". Se sancionó sin demora al jugador culpable del "mordisco", ya que el pobre desgraciado del codazo ni hizo más que defenderse como pudo de tan deleznable actitud. La sanción fue ejemplarizante: no la reproducimos aquí para no herir la sensibilidad de los demás jugadores de cualquier equipo del deporte que nos ocupa. Además, se lo conminó a desalojar en tiempo récord, no solamente la concentración de su equipo, sino la ciudad e incluso el país sede del certamen. Amén de conminarlo a oblar una jugosa multa en metálico. Y es que para la federación, donde más duele es en el bolsillo, considerando la manera en que cuida el suyo.

Actualmente, el jugador en cuestión ha sido fichado por una suma exorbitante para uno de los clubes más poderosos del mundo, al cual, en una exhibición de saña sin límites, la federación prohibió cualquier tipo de presentación del famoso delantero. Y mientras tanto sus abogados tramitan ante un tribunal de alzada que esperan sea imparcial, la revisión y se espera disminución de tan desmedida pena. A cualquier costo.

María Inés Peyrallo

Hija e'tigre